Por Eduardo Horacek – Trapecio Austral
Un primer motivo para observarla es que la Luna es el cuerpo celeste que, visto desde la Tierra, es el más cercano, el más brillante y el más sencillo de ver, ofreciéndonos una imagen fantástica incluso con un instrumental óptico modesto. Bastan unos sencillos binoculares o un pequeño telescopio desde 60 mm de apertura para comprobar la gran cantidad de paisajes que muestra su superficie.
Como no hay erosión (salvo por la lenta acumulación de impactos meteoríticos), la superficie lunar conserva una geología intacta que invita al observador a imaginar cómo se formó cada accidente.
Quien haya mirado con suficiente atención se habrá dado cuenta que la Luna nunca muestra la misma imagen dos veces, y esta es otra razón para observarla. El ángulo desde el que el Sol ilumina la Luna varía constantemente, y lo mismo sucede con el ángulo desde el que nosotros observamos la superficie lunar.
Durante miles de años los astrónomos han estado fascinados por la capacidad de la Luna para “crecer y menguar”; en otras palabras las fases lunares. La Luna fue el primer objeto hacia el cual Galileo (1564-1642) dirigió su sencillo telescopio de 20 aumentos; y observando las fases lunares pone de manifiesto que el astro no era una esfera traslucida y perfecta como se creía en esa época.
En noviembre de 1609 descubre que la superficie lunar es escarpada, presentando montañas, valles, cráteres y planicies más oscuras; y que cerca del terminador (la línea que separa el día de la noche lunar) las sombras proyectadas por el terreno daban cuenta de la “rugosidad” de la superficie.
Durante principios de 1610 Galileo también observa las fases del planeta Venus y hace muchos otros descubrimientos que ayudaron a acabar con la visión aristotélica de una esfera celestial sacrosanta e inmutable. Este fue un paso fundamental hacia la unificación de las leyes de la naturaleza. En marzo de 1610 Galileo publica todos sus descubrimientos en su obra “Sidereus Nuncius” (“el mensajero sideral”), del cual existen versiones en español en Internet, para aquellos curiosos que deseen leer de primera mano el trabajo de este genio.
Cerca del terminador se perciben más detalles que en ningún otro lugar; y es precisamente donde debemos mirar para localizar la X Lunar y la V-Lunar hacia el 7mo día de lunación.
En la tabla se muestran las fechas y horarios de los eventos los cuales podrán ser observados durante varias horas. Estos fenómenos suceden cada mes pero por norma general, desde cada locación, solo son visibles cada dos meses.
Entre la luz y la sombra... ¿Qué es la X lunar?
Una vez cada dos meses y alrededor del séptimo día de lunación, acontece un evento durante el amanecer lunar en el que un sector del relieve detrás del terminador comienza a iluminarse aun cuando sus alrededores están todavía en la oscuridad.
Este fenómeno, denominado “X Lunar”, es un juego de luces y sombras que durante unas 3 horas va “imprimiendo” la forma de una brillante letra X. La iluminación a bajos ángulos del amanecer lunar y las características del relieve dadas por los cráteres Purbach, La Caille, Blanchinus y Regiomontanus son los responsables de este fenómeno.
La “X Lunar”, también conocido como Werner X y el relieve lunar
Este fenómeno no es difícil de ver siempre que se esté mirando en el lugar y momento correctos. Algunas fuentes consideran que la letra X es formada por la confluencia de 4 cráteres lunares: Purbach, La Caille, Blanchinus y Regiomontanus.
El secreto del efecto radica en la iluminación solar a bajo ángulo (es un amanecer lunar que se va acercando) y en la topografía del terreno que se ilumina. Hay que “imaginar” los cráteres como hundimientos del terreno y las laderas y bordes externos intervinientes (el cuerpo de la X) como terreno más alto; por lo tanto se va a iluminar antes que sus alrededores más hundidos que permanecen en la sombra.
El cráter Purbach forma el lado oeste de la X, en tanto Blanchinus crea el lado este. La Caille forma el límite norte, y Regiomontanus apenas marca la sección sur. El cráter Werner no contribuye directamente a la estructura, aunque por ser el cráter mejor iluminado más cercano resulta un “faro” para los observadores. La estructura tiene un tamaño de unos 70 Km.
Toda la cinética de la formación y desaparición de la X transcurre en cerca de 4 horas, y, aunque está descripta con detalles en algunas fuentes de Internet, lo mejor es verla directamente; unas pocas horas más tarde el efecto de sombra a su alrededor se pierde y la ilusión de la X se desvanece.
X Lunar y los binoculares
Mediante algunos testimonios y la experiencia personal, se puede afirmar que el fenómeno es observable con pequeños telescopios y también con binoculares de al menos 15 aumentos (15x70 o 16x80).
¡Suerte con las observaciones y cielos despejados!