Cambios en la observación de los anillos de Saturno

El eje de Saturno está inclinado a 26.7 grados. Por lo tanto, vemos los anillos desde varios ángulos a medida que el planeta orbita alrededor del Sol. Dicho esto, los anillos están de perfil en dos puntos de su órbita, y en máxima inclinación también en dos puntos de su órbita.

Los anillos de perfil son visibles desde la Tierra aproximadamente cada 14 años. Durante esta etapa, parece que Saturno pierde su encanto: una tenue línea parece dividir el ecuador del planeta, sin mostrar mayor detalle. Este año, 2025, es el año en donde los anillos alcanzan a verse de perfil a través de un telescopio. La última vez fue en 2009.



Sin embargo, durante estos periodos de mínima visibilidad, ocurren otros fenómenos desafiantes para los observadores: los tránsitos de las lunas sobre el planeta y las ocultaciones de estas lunas. La más "sencilla" (si se puede considerar así) es Titán, la luna más grande de Saturno. Además de observar el transito de Titan, lo interesante es ver la sombra proyectada en Saturno, un fenómeno familiar para aquellos observadores que hemos seguido esos fenómenos en Júpiter. 

Luego, al pasar los años, los anillos se ven con todo su encanto, dando la llamada "máxima inclinación" visible desde la Tierra. La próxima "máxima inclinación" será en 2030

   

La paciencia en la observación planetaria, un factor clave

Para disfrutar de la observación planetaria, es fundamental contar con tres elementos claves. En primer lugar, se requieren buenas condiciones del cielo (no basta con que esté despejado, sino que la atmósfera debe ser estable). En segundo lugar, es esencial un buen instrumento; no hay que dejarse engañar por un telescopio grande, ya que la prioridad es la buena calidad óptica. Por último, la paciencia será crucial para esperar el momento ideal y aprovechar las mejores condiciones para la observación.

La hermosa y fantasmal M33

La Galaxia del Triángulo (M33) es la tercera en importancia del Grupo Local, solo superada en tamaño y luminosidad por Andrómeda y nuestra Vía Láctea.

Se localiza a unos 2.73 millones de años luz de la Tierra, en la constelación del Triángulo. M33 es uno de los objetos más distantes que, bajo condiciones de oscuridad perfectas (cielos Bortle 1 o 2), puede ser percibido por el ojo humano sin ayuda óptica. Se ve como una mancha de luz muy tenue y difusa.

Se cree que M33 está vinculada gravitacionalmente a la Galaxia de Andrómeda y podría estar orbitándola. Esto significa que su destino está fuertemente ligado al de M31, y que ambas galaxias (junto con la Vía Láctea) interactuarán en el futuro lejano. Aunque Charles Messier la bautiza como M33 en 1764, hay evidencia histórica de que fue observada por el astrónomo italiano Giovanni Battista Hodierna antes de 1654, aunque su trabajo no se salió a la luz hasta el siglo XX.

La visión fantasmal de M33 en el ocular del telescopio

Los astrónomos aficionados experimentados relatan que, bajo condiciones ideales (un cielo campestre diáfano y oscuro), es visible a simple vista como una tenue mancha. Irónicamente, su bajo brillo superficial hace que la observación con telescopio sea "fantasmal", requiriendo la técnica de visión periférica que se adquiere con la práctica.

Por esta razón, muchos prefieren observarla con binoculares gigantes, que ofrecen una mejor perspectiva de campo.

¡La observación del cielo profundo nunca es sencilla!


La fotografía es resultado de un apilado y procesado de varias fotografías, durante una noche de 2023, por Esteban J. Andrada (Trapecio Austral) desde la zona sur de Mar del Plata, Argentina, utilizando un telescopio reflector de 6 pulgadas.


La Confusión de Nombres: Pinwheel y Molinete

Si bien la Galaxia del Triángulo (M33) a veces es llamada popularmente como "Pinwheel" en inglés (por su presentación casi de cara), este nombre se asocia popularmente y de forma principal a otra galaxia, la Galaxia del Molinete (M101).

Esta ambigüedad surge de las traducciones directas del inglés, que matizan los apodos: M101 es universalmente conocida como la Galaxia del Molinete o Pinwheel Galaxy. En ocasiones especificas en algunas bases de datos, M33 raramente es referida como la Galaxia del Molinete, aunque también se ha matizado su nombre popular con el nombre de la constelación de la cual pertenece: Triangulum Pinwheel.


¿Quién observó una araña trabajando a la luz de la Luna?

Por Esteban J. Andrada

La Luna ha sido una presencia constante en todas las culturas humanas. Desde tiempos inmemoriales, su ciclo regular y sus fases cambiantes han servido de guía fundamental para medir ciclos, predecir las estaciones y organizar la vida en nuestro planeta.

Entendiendo a dichas culturas, no es de extrañar que la Luna haya sido adorada y venerada por su inmutable ciclo y su apariencia perfecta. Durante siglos, la idea de perfección y la pureza celestial rondó alrededor de ella.

Sin embargo, fue Galileo Galilei en su libro Sidereus Nuncius quien mencionó el espectáculo de observar la Luna a través del telescopio. Al contrario de lo que se creía, la Luna poseía innumerables detalles en cada noche, a medida que la fase lunar transcurría en el mes.


La araña de Kepler y las observaciones de Galileo

El astrónomo Johannes Kepler no solo observaba el cielo al parecer. Existe una anécdota popular que dice que en una carta a Galileo, Kepler describió haber observado a una araña tejiendo su telaraña a la luz de una Luna llena
Este relato, aunque es un relato popular y no sabemos con certeza si ocurrió realmente, sirve de ejemplo como al entrelazar la observación del cielo con los paisajes terrestres, encontramos sutilezas, bellezas y orden en la naturaleza. Son precisamente estas experiencias las que demuestran cómo el cielo y la Tierra se conectan de formas sutiles.


La belleza del cielo y de la Tierra se conjugan constantemente, simplemente hay que observar las sutiles formas en que la naturaleza nos muestra dicha belleza


Como comentamos en el inicio, desde el comienzo de la civilización, el cielo nocturno ha estado presente en todas las culturas. Ha servido no solo para la veneración, sino también como una guía crucial para calcular el tiempo y las estaciones. Durante la Edad Media, el concepto predominante de la Luna era de perfección, pureza y divinidad. Se creía que su superficie era perfectamente lisa y sin defectos, un ideal celeste inmutable.

Sin embargo, esta visión cambió drásticamente gracias a las innovaciones de Galileo Galilei. En su revolucionario libro, "Sidereus Nuncius", Galileo describió el asombroso espectáculo de observar la Luna a través de su telescopio. 

Sus observaciones revelaron una verdad sorprendente: la superficie lunar no era lisa en absoluto, sino que estaba llena de cráteres, valles y montañas, similar a la Tierra. Demostró que cada noche, a medida que la fase lunar cambiaba, la Luna ofrecía innumerables detalles que desafiaban la creencia de su perfección inalterable. 

La revelación de una superficie irregular podía ser una verdad incomoda para las creencias de aquel momento, porque entre muchas formas de pensar, había una creencia en el universo perfectamente diseñado, en base a la geometría perfecta.

Citando de nuevo a Johannes Kepler, podemos notar que le costó aceptar el modelo de las órbitas elípticas porque estaba profundamente arraigado en la creencia, compartida por la mayoría de los astrónomos de su época, de que las órbitas de los planetas debían ser círculos perfectos. Kepler escribió con gran pena sobre este hallazgo diciendo:  "con esos ocho minutos de arco, he abierto un camino para el futuro de la astronomía". 

El legado de Johannes Kepler es un testimonio de la valentía científica. Poniendo la dura evidencia por encima de sus propias creencias, tuvo el coraje de abandonar la idea de las órbitas circulares perfectas, un dogma de su época.

Fue este desafío lo que finalmente lo llevó a descubrir las órbitas elípticas, con el Sol en uno de los focos. Al hacerlo, no solo derribó un pilar del pensamiento antiguo, sino que también sentó las bases de uno de los principios fundamentales de la astronomía moderna.

Esta historia que inicia con un simple relato de una araña, nos recuerda que existe una profunda armonía que conecta el cielo y la Tierra. Las leyes físicas, ya sea que rijan el movimiento de los planetas o los detalles más pequeños de la naturaleza, es una invitación constante, siempre vigente, para descubrir por nosotros mismos cada faceta de esta grandiosidad. Esos detalles están siempre presentes, esperando ser percibidos.