Observando Venus, el lucero del alba

Por Esteban J. Andrada

Mencionado por músicos y poetas como “el lucero del alba”. Observable después del atardecer, y en otras ocasiones antes del amanecer, Venus es un planeta cambiante en su tamaño aparente. 

Cuando se encuentra con una fase creciente o menguante, inferior al 50%, adquiere notablemente un mayor tamaño aparente en el campo de un pequeño telescopio. Caso contrario, en su fase gibosa, adquiere un tamaño aparente decepcionante para quien lo observó en la fase menguante o creciente. Todo esto se debe a la naturaleza de su órbita, nuestra posición con respecto a Venus, y su traslación alrededor del Sol. 

Venus es el segundo planeta del Sistema Solar. A su vez para los observadores terrestres, se trata del planeta más brillante de todos. Con una magnitud negativa (-4 en promedio), supera cómodamente a la estrella más brillante del firmamento, Sirio (-1.4). 

El "Lucero" suele ser un espectáculo bañado por las luces del alba. Durante el año, Venus al igual que Mercurio (planetas internos) describen un trazo parabólico antes del amanecer, y en otros momentos después del atardecer. Esto se debe a lo mencionado: planetas internos y la perspectiva en nuestra posición del Sistema Solar, literalmente estamos observando hacia adentro del mismo.



Datos claves sobre Venus

Con un tamaño ligeramente menor a la Tierra (Venus D=12.104 km. Tierra D=12.742 km), es el segundo planeta del sistema solar, luego de Mercurio. Su distancia del Sol es de unos 108.208.930 km. Su inclinación es menor que la terrestre, unos 177°.

Tal vez un dato interesante es su periodo de rotación, unos ¡343 días! Casi un año terrestre es un día en Venus. El sentido de su rotación es contrario a la conocida en la Tierra, (rotación retrograda) y lo coloca en una posición singular con respecto a lo comentado, aunque Urano también tiene una rotación retrógrada. Sin embargo, el eje de rotación de Urano (97.86°) lo hace técnicamente sobre su mismo plano orbital.

Pero el dato más comentado es su efecto invernadero. Posee grandes capas en los extractos superiores de la atmósfera que generan un caparazón térmico, permitiendo ser recalentada por el sol, y negando la salida del calor que genera el planeta, que por cierto es mucho. El promedio de su temperatura en superficie es 460°c, siendo el lugar más hostil para cualquier nave espacial terrestre.

Un 90% de la superficie consta de un basalto recientemente solidificado (en términos geológicos) y su superficie con muy pocos cráteres de meteoritos, que responde a la constante actividad geológica del planeta. Las formaciones más antiguas presentes en Venus se calcula que no tienen más que 800 millones de años. Algunos geólogos plantean la teoría de un gran cataclismo geológico en algún pasado.

Un planeta que marca la diferencia en la observación 

Para mostrar lo “raro” que puede ser observar este planeta para los iniciados que comenzaron a observar planetas como Júpiter y Saturno, es que se debe tener en cuenta factores como los anteriores citados. Venus es un planeta perfectamente observable a simple vista durante el día, aunque se requiere agudeza visual y tener una visión por encima de 70/100. Se observa como un punto blanco en el fondo celeste del día.


Un pequeño telescopio muestra sus fases, que son cambiantes, al igual que su distancia lineal a la Tierra. Por temporadas, el disco de venus es apenas una pequeña esfera casi puntual, en fase llena. Sin embargo, en sus cuartos crecientes o menguantes, posee un tamaño aparente realmente interesante, aun con los más pequeños telescopios, y sospechable con binoculares 7x50. Esta relación tamaño aparente – distancia, hace que su magnitud sea dentro de todo estable durante todo el año.

¿Qué detalles en su superficie se observan? 

En realidad, la densa atmósfera impide percibir cualquier detalle en su superficie [1]Los aficionados avanzados que se dedican especificamente a la observacion planetaria, tienen algunos filtros especiales que permiten percibir algún detalle de las formas de las nubes. Estos filtros además de ser caros y específicos, requieren telescopios con aperturas de medianas a grandes, y buena calidad óptica. 

Venus es un planeta que puede servir para comprobar la órbita planetaria alrededor del Sol, es decir la teoría heliocéntrica. 

Este experimento puede hacerse simplemente marcando o fotografiando la posición del planeta durante todo el año (exceptuando los momentos donde esta visualmente tan próximo al Sol que es arriesgado observarlo).


Recomendaciones en su observación

Observar a venus requiere de un este o un oeste despejado. Sus fases son observables con pequeños instrumentos. Cuando Venus se encuentra en su fase creciente o menguante, es interesante observarlo durante el día con telescopios. Venus es tan brillante, que (al igual que la Luna) es observable durante el dia. 

¿Que ventaja obtenemos si lo observamos de dia? 

Aunque es un desafío ubicar un punto blanco en el manto celeste de un cielo despejado, la realidad es que la atmósfera terrestre actuará como filtro natural, permitiendo observar una silueta del planeta más definida, y al estar alto en el cielo, una vista más estable que durante el atardecer. Además, la ventaja que observar cualquier planeta cerca del meridiano terrestre (cuando alcanza su máxima altura) es que permite una mayor estabilidad en la imagen, contrariamente a cualquier objeto cercano al horizonte, donde la luz debe atravesar mayor cantidad de atmósfera y donde se suman mayores cantidades de turbulencias. 


Venus durante 2023: Al atardecer

La segunda parte del año tiene como particular característica a un Venus brillante iluminado en junio de 2023 al 50 % y con un interesante tamaño aparente en el campo de un pequeño telescopio. Observable luego del atardecer, por lo que la principal ventaja es la de no madrugar. Desde septiembre hasta fines de diciembre inclusive, mostrará un progresivo crecimiento de su tamaño aparente, y un progresivo menguar de su disco. 

Para julio de 2023, el planeta estará con mayor tamaño aparente y su disco iluminado a un 30%, a unos 20° luego de la puesta del Sol, y obviamente observable durante el día como un pequeño punto en el manto celeste de un cielo despejado. Con unos binoculares, con mucho cuidado de no apuntar al Sol, se lo podrá ubicar como una pequeña "cuña" blanquecina.

En agosto de 2023, será difícilmente ubicable, a unos 15° del Sol, lo hace un objeto de mayor tamaño aparente, pero iluminado a un 5%. Cada atardecer estará aun mas cercano al horizonte. Será un lucero mimetizado con el manto del crepúsculo, Si desea observarlo de día se situara dia a dia más cercano visualmente al Sol, y por tanto, deberá tomar recaudos MUY serios para no apuntar accidentalmente al Sol con un instrumento óptico y sufrir daño ocular.  


Venus durante 2023: Antes del amanecer

Para fines de agosto, el lucero pasará del cielo de la tarde, al cielo de la madrugada. En ese momento el término popular "lucero del alba" será técnicamente correcto. De esta forma, en septiembre de 2023 será observable a pocos grados sobre el punto cardinal este, antes del amanecer, iluminado en ese mes al 7% en tendencia creciente.

Madrugada a madrugada ira ganando altura sobre el cielo este, y al mismo tiempo su fase creciente ira haciendo que vaya completando su disco. A su vez, irá perdiendo tamaño aparente en el telescopio, todo relacionado a lo que comentamos al inicio del artículo. 

Venus es un planeta interesante para observar cuando esta en fase menguante o creciente. Nos da la sensación que es un verdadero mundo. Es observable de día, requiere un pequeño telescopio para observar sus fases, y como si fuera poco, su observación en la antigüedad ayudó a confirmar la teoría heliocéntrica.

Las recomendaciones ya están dadas, ahora ¡a disfrutar de las tardes de la próxima primavera y verano, junto al lucero del alba! 



NOTAS

[1] De los planetas rocosos (En orden desde el Sol: Mercurio, Venus -Tierra- Marte) solo en Marte es posible observar detalles de su superficie con un buen instrumental y en una noche serena. 

Algunos aficionados muy avanzados y con mucha técnica han observado pocos detalles de la superficie de Mercurio, pero requiere experiencia, buen instrumental y un horizonte despejado, ya que Mercurio no gana altura en el cielo. Pese a ello, es posible con mucha potencia y un buen telescopio, observar sus fases, que se comportan de similar forma que las de Venus.
Mercurio es un planeta difícil, condicionado por factores físicos reales (cercanía al Sol) y por otra parte, debido a nuestra posición en el Sistema Solar. 


¿Por qué la Luna cambia de color?

Por Esteban J. Andrada

La tradición de asignar nombres a las lunas llenas a lo largo del año ha enriquecido la cultura en general, pero también ha generado cierta confusión. 

Un ejemplo de ello es la denominada Luna Rosa, que ha llevado a muchos a preguntarse si nuestro satélite natural adquiere realmente una tonalidad rosada. Tiene su origen en las culturas indígenas de América del Norte, quienes asociaban la primera luna llena de la primavera con el florecimiento de las flores silvestres Phlox, de color rosa. Esta conexión entre la naturaleza y los eventos celestes era fundamental en sus calendarios y creencias.

También es muy como escuchar el término "luna azul" de vez en cuando. Simplemente es un termino cultural, no de origen científico. Se refiere a la segunda luna llena en un mismo mes calendario, en ocasiones, la Luna puede adquirir un tono ligeramente azulado debido a la presencia de partículas de humo o ceniza volcánica en la atmósfera.

¿Por qué la Luna no se vuelve rosa?

A pesar de su nombre poético, la Luna Rosa no experimenta ningún cambio en su coloración. El término rosa es simplemente una designación cultural, sin base científica. La apariencia de la Luna, generalmente blanca o grisácea, tiene una coloración que está condicionada por la cantidad de luz solar que refleja y de las condiciones atmosféricas de la Tierra.

Durante un eclipse total de Luna, la Tierra proyecta una sombra sobre nuestro satélite. Sin embargo, esta sombra no es completamente oscura, sino que adquiere un tono rojizo. Esta interacción entre la luz solar, la atmósfera terrestre y la superficie lunar se puede observar durante la "totalidad" del eclipse


¿Cuándo la Luna puede parecer de otro color?

Si bien la Luna no cambia de color, existen algunas circunstancias atmosféricas que pueden hacer que se vea más rojiza o anaranjada.

  • Eclipse total de Luna: Durante eclipses lunares totales, la atmósfera terrestre filtra la luz solar, permitiendo que solo las longitudes de onda más largas (rojas) alcancen la Luna.
  • Humo y polvo en suspensión: La contaminación atmosférica, el humo o las partículas de polvo en suspensión pueden dispersar la luz azul, haciendo que la Luna se vea anaranjada rojiza, o amarronada.

Como podemos ver, los factores atmosféricos influyen en gran medida. La dispersión de la luz por partículas en la atmósfera, y el polvo, humo o gotas de agua pueden hacer que la Luna se vea más rojiza, anaranjada o incluso azulada, dependiendo de la longitud de onda de la luz que se disperse. Pero ese no es el único motivo. 

La altura de la Luna en el cielo

Cuando la Luna está cerca del horizonte, su luz atraviesa una mayor cantidad de atmósfera terrestre. Esta capa de aire actúa como un prisma, dispersando la luz azul y dejando pasar principalmente las longitudes de onda más largas (rojo, naranja y amarillo). Esto hace que la Luna se vea más rojiza o anaranjada, especialmente durante el amanecer o el atardecer. 

A medida que la Luna asciende en el cielo y se acerca al cenit (el punto más alto), su luz atraviesa una menor cantidad de atmósfera. Por lo tanto, la dispersión de la luz es menor y la Luna se ve más blanca o grisácea. Son un claro ejemplo de cómo la atmósfera terrestre puede cambiar drásticamente el color de la Luna, tiñéndola de un intenso rojo cobrizo.

Por último, la percepción del color también puede variar de una persona a otra y depender de las condiciones de observación, como la contaminación lumínica o la adaptación de nuestros ojos a la oscuridad.

Breve guía para buscar una Luna colorida

La Luna tiene una superficie grisácea, pero la percepción de su color desde la Tierra varía debido a la interacción de la luz solar con nuestra atmósfera. Existen tres momentos dados en donde la Luna cambia de color. No tiene ningún origen místico. En realidad, el secreto se encuentra en la luz y no en la superficie lunar.




Breves conceptos sobre la adaptación a la oscuridad

Por Esteban J. Andrada


Nuestros ojos, maravillosamente adaptados para la visión diurna, presentan limitaciones en condiciones de baja luminosidad. Los conos, responsables de la visión en color, requieren niveles de luz considerablemente más altos para activarse. En la oscuridad, predominan los bastoncillos, que son más sensibles a la luz pero no discriminan bien los colores.

Al observar un césped de noche iluminado por una luz muy tenue, o una nebulosa a través de un telescopio, la cantidad de fotones que alcanzan nuestros ojos es insuficiente para estimular de manera efectiva los conos. Por tanto, no podemos ver colores en la observación visual del cielo nocturno, al menos que el objeto celeste sea brillante (estrellas, planetas, cometas muy brillantes, la Luna).
Normalmente en objetos difusos, percibimos predominantemente tonos de gris, en lugar de los vibrantes colores que revelan las fotografías astronómicas.


Profundizando en el funcionamiento del ojo

Si bien un telescopio de calidad es una herramienta invaluable para cualquier astrónomo aficionado o profesional, no debemos subestimar la capacidad de nuestro órgano de la visión. Al fin y al cabo, nuestros ojos son nuestros principales instrumentos para ver el cielo.

En la retina, millones de células fotosensibles, los conos y los bastoncillos, trabajan incansablemente para captar la luz y transformarla en señales eléctricas que nuestro cerebro interpreta como imágenes. Estos fotorreceptores son capaces de detectar una amplia gama de longitudes de onda, aunque con limitaciones en condiciones de baja luminosidad.

Por lo tanto, tanto el ojo humano como los instrumentos ópticos tienen un papel fundamental en la observación astronómica. Complementándose mutuamente, nos permiten explorar el cielo de manera correcta.


Sensores biológicas con limitaciones
 

En la retina, encontramos dos tipos principales de fotorreceptores: los conos y los bastones. Los conos, concentrados en la mácula, son responsables de la visión en color y de la agudeza visual. Gracias a ellos, podemos disfrutar de los vibrantes colores de un atardecer o leer estas líneas. Sin embargo, los conos requieren una cantidad significativa de luz para activarse.

Por otro lado, los bastones son mucho más sensibles a la luz tenue. Aunque no nos proporcionan información sobre el color, nos permiten detectar objetos poco iluminados. Es gracias a los bastones que podemos orientarnos en una habitación oscura.

Delante de estos fotorreceptores se encuentra la pupila, que regula la cantidad de luz que ingresa al ojo. Cuando pasamos de un ambiente luminoso a uno oscuro, la pupila se dilata gradualmente para permitir el paso de más luz. Este proceso puede tardar hasta 20 minutos en completarse. Por eso, es fundamental adaptar nuestros ojos a la oscuridad antes de observar el cielo nocturno.

Optimizar nuestra visión en condiciones de baja luminosidad
  • Durante al menos 30 minutos antes de observar, es recomendable evitar exponer nuestros ojos a fuentes de luz intensa como pantallas o faros.
  • La luz roja afecta menos a la dilatación de la pupila y nos permite movernos en la oscuridad sin perder la adaptación.
  • Los objetos celestes débiles se perciben mejor si no los miramos directamente, sino de forma indirecta.
Al seguir estas sencillas pautas, podemos aprovechar al máximo las capacidades de nuestros ojos y disfrutar de la belleza del cielo nocturno.


La Visión indirecta o periférica

La visión periférica, aquella que utilizamos al mirar de reojo, es una técnica invaluable. Al alejar nuestra mirada del objeto celeste y enfocarnos en un punto cercano, estamos aprovechando al máximo la sensibilidad de los bastones, células de la retina especializadas en la detección de luz tenue.

Si bien la fóvea, la parte central de la retina, nos brinda una visión detallada y colorida gracias a los conos, es en la periferia donde encontramos una mayor concentración de bastones, haciéndola ideal para observar objetos celestes débiles. Al desviar nuestra mirada, permitimos que la luz de estos objetos incida directamente sobre los bastones, maximizando así nuestra capacidad de detección.

Muchos astrónomos experimentados aseguran que, con práctica, es posible desarrollar un gran control sobre la visión periférica y obtener detalles sorprendentes de objetos celestes que serían invisibles de otra manera. De hecho, algunos astrónomos aficionados han logrado crear dibujos astronómicos detallados basándose únicamente en la información proporcionada por la visión periférica.

¿Cómo mejorar nuestra visión periférica?

Es posible adquirir esta habilidad mediante la práctica regular. Es posible enseñarle al cerebro a observar mediante visión periférica. Todo radica en el tiempo que le damos a observar el cielo nocturno de esa forma y experimentar con diferentes objetos celestes. 

Antes de observar, asegúrate de estar completamente adaptado a la oscuridad. Evita fuentes de luz brillante durante al menos 30 minutos.

La tensión muscular del cuerpo, también afecta a la observación 

A veces hay personas que no pueden creer que un calambre, una mala postura, o alguna lesión muscular pueda afectar nuestra visión periférica. No basta con adaptar los ojos, también hay que estar cómodos en lo posible, evitando encorvarse demasiado (si usamos telescopios).
Si usamos binoculares mucho tiempo, es muy bueno usar reposeras para delegar la tensión de la espalda hombro y brazos a la reposera en si. De esa forma tendremos una mejor experiencia visual del cielo.

Beneficios de la visión periférica en la astronomía

Los bastones son mucho más sensibles a la luz tenue que los conos, lo que nos permite detectar objetos más débiles. Al utilizar la visión periférica, podemos abarcar un área más amplia del cielo y detectar objetos que podrían pasar desapercibidos con una mirada directa. Por otro lado, observar con la visión periférica suele ser una experiencia más relajante y placentera.
En resumen, la verdadera observación astronómica es una herramienta poderosa que todo astrónomo aficionado debería explorar. Con práctica y paciencia, se podrán descubrir más sutilidades, detalles y matices que antes eran invisibles.


Representación aproximada de la gran diferencia entre una fotografía, y la observación visual, la cual se aproxima aún más a la realidad si ve la segunda foto de "reojo"


El color es una experiencia sensorial que se produce cuando la luz, compuesta por ondas electromagnéticas de diferentes longitudes, interactúa con nuestros ojos. Cada color corresponde a una longitud de onda específica. Por ejemplo, la luz roja tiene una longitud de onda más larga que la luz azul.

Nuestro ojo humano está diseñado para detectar una porción limitada de este espectro electromagnético, que llamamos espectro visible. Dentro de este espectro, encontramos todos los colores que podemos percibir, desde el rojo intenso hasta el violeta. La diversidad de colores que vemos a nuestro alrededor se debe a la forma en que los objetos absorben y reflejan las diferentes longitudes de onda de la luz.


La Subjetividad del Color: ¿Rojo o Bordó?

La percepción del color es un fenómeno altamente subjetivo. Nuestros ojos, aunque son órganos sensoriales extraordinarios, no son instrumentos de medición precisos. Cada persona experimenta sutilezas en la percepción de los colores, influenciada por factores genéticos, fisiológicos y culturales.

Un ejemplo claro de esta subjetividad es la dificultad que algunas personas tienen para distinguir entre el rojo y el bordó. Esta variabilidad en la percepción del color se debe en parte al daltonismo, un trastorno genético que afecta principalmente a los hombres y que dificulta la discriminación entre ciertos colores, especialmente los rojos y los verdes.

Incluso en personas con una visión normal, la percepción del color puede sutilmente ser un factor variante. Algunas personas son más sensibles a ciertos tonos que otros. Esta variabilidad individual se debe a diferencias en la composición de los pigmentos en nuestros conos, las células de la retina responsables de la visión en color.

La subjetividad en la percepción del color en la astronomía

Las cámaras astronómicas, a pesar de su alta tecnología, no están exentas de esta variabilidad. Diferentes modelos de cámaras capturan los colores de manera distinta, debido a las características de sus sensores y a los filtros utilizados. Algunas cámaras enfatizan los tonos rojos, mientras que otras son más sensibles al azul.

Esta diversidad en la respuesta de las cámaras a los diferentes colores puede generar cierta confusión a la hora de comparar imágenes tomadas con diferentes equipos. Sin embargo, esta variabilidad también ofrece oportunidades para resaltar diferentes aspectos de los objetos celestes.