¿Por qué la Luna cambia de color?

Por Esteban J. Andrada

La tradición de asignar nombres a las lunas llenas a lo largo del año ha enriquecido la cultura en general, pero también ha generado cierta confusión. 

Un ejemplo de ello es la denominada Luna Rosa, que ha llevado a muchos a preguntarse si nuestro satélite natural adquiere realmente una tonalidad rosada. Tiene su origen en las culturas indígenas de América del Norte, quienes asociaban la primera luna llena de la primavera con el florecimiento de las flores silvestres Phlox, de color rosa. Esta conexión entre la naturaleza y los eventos celestes era fundamental en sus calendarios y creencias.

También es muy como escuchar el término "luna azul" de vez en cuando. Simplemente es un termino cultural, no de origen científico. Se refiere a la segunda luna llena en un mismo mes calendario, en ocasiones, la Luna puede adquirir un tono ligeramente azulado debido a la presencia de partículas de humo o ceniza volcánica en la atmósfera.

¿Por qué la Luna no se vuelve rosa?

A pesar de su nombre poético, la Luna Rosa no experimenta ningún cambio en su coloración. El término rosa es simplemente una designación cultural, sin base científica. La apariencia de la Luna, generalmente blanca o grisácea, tiene una coloración que está condicionada por la cantidad de luz solar que refleja y de las condiciones atmosféricas de la Tierra.

Durante un eclipse total de Luna, la Tierra proyecta una sombra sobre nuestro satélite. Sin embargo, esta sombra no es completamente oscura, sino que adquiere un tono rojizo. Esta interacción entre la luz solar, la atmósfera terrestre y la superficie lunar se puede observar durante la "totalidad" del eclipse


¿Cuándo la Luna puede parecer de otro color?

Si bien la Luna no cambia de color, existen algunas circunstancias atmosféricas que pueden hacer que se vea más rojiza o anaranjada.

  • Eclipse total de Luna: Durante eclipses lunares totales, la atmósfera terrestre filtra la luz solar, permitiendo que solo las longitudes de onda más largas (rojas) alcancen la Luna.
  • Humo y polvo en suspensión: La contaminación atmosférica, el humo o las partículas de polvo en suspensión pueden dispersar la luz azul, haciendo que la Luna se vea anaranjada rojiza, o amarronada.

Como podemos ver, los factores atmosféricos influyen en gran medida. La dispersión de la luz por partículas en la atmósfera, y el polvo, humo o gotas de agua pueden hacer que la Luna se vea más rojiza, anaranjada o incluso azulada, dependiendo de la longitud de onda de la luz que se disperse. Pero ese no es el único motivo. 

La altura de la Luna en el cielo

Cuando la Luna está cerca del horizonte, su luz atraviesa una mayor cantidad de atmósfera terrestre. Esta capa de aire actúa como un prisma, dispersando la luz azul y dejando pasar principalmente las longitudes de onda más largas (rojo, naranja y amarillo). Esto hace que la Luna se vea más rojiza o anaranjada, especialmente durante el amanecer o el atardecer. 

A medida que la Luna asciende en el cielo y se acerca al cenit (el punto más alto), su luz atraviesa una menor cantidad de atmósfera. Por lo tanto, la dispersión de la luz es menor y la Luna se ve más blanca o grisácea. Son un claro ejemplo de cómo la atmósfera terrestre puede cambiar drásticamente el color de la Luna, tiñéndola de un intenso rojo cobrizo.

Por último, la percepción del color también puede variar de una persona a otra y depender de las condiciones de observación, como la contaminación lumínica o la adaptación de nuestros ojos a la oscuridad.

Breve guía para buscar una Luna colorida

La Luna tiene una superficie grisácea, pero la percepción de su color desde la Tierra varía debido a la interacción de la luz solar con nuestra atmósfera. Existen tres momentos dados en donde la Luna cambia de color. No tiene ningún origen místico. En realidad, el secreto se encuentra en la luz y no en la superficie lunar.




Breves conceptos sobre la adaptación a la oscuridad

Por Esteban J. Andrada


Nuestros ojos, maravillosamente adaptados para la visión diurna, presentan limitaciones en condiciones de baja luminosidad. Los conos, responsables de la visión en color, requieren niveles de luz considerablemente más altos para activarse. En la oscuridad, predominan los bastoncillos, que son más sensibles a la luz pero no discriminan bien los colores.

Al observar un césped de noche iluminado por una luz muy tenue, o una nebulosa a través de un telescopio, la cantidad de fotones que alcanzan nuestros ojos es insuficiente para estimular de manera efectiva los conos. Por tanto, no podemos ver colores en la observación visual del cielo nocturno, al menos que el objeto celeste sea brillante (estrellas, planetas, cometas muy brillantes, la Luna).
Normalmente en objetos difusos, percibimos predominantemente tonos de gris, en lugar de los vibrantes colores que revelan las fotografías astronómicas.


Profundizando en el funcionamiento del ojo

Si bien un telescopio de calidad es una herramienta invaluable para cualquier astrónomo aficionado o profesional, no debemos subestimar la capacidad de nuestro órgano de la visión. Al fin y al cabo, nuestros ojos son nuestros principales instrumentos para ver el cielo.

En la retina, millones de células fotosensibles, los conos y los bastoncillos, trabajan incansablemente para captar la luz y transformarla en señales eléctricas que nuestro cerebro interpreta como imágenes. Estos fotorreceptores son capaces de detectar una amplia gama de longitudes de onda, aunque con limitaciones en condiciones de baja luminosidad.

Por lo tanto, tanto el ojo humano como los instrumentos ópticos tienen un papel fundamental en la observación astronómica. Complementándose mutuamente, nos permiten explorar el cielo de manera correcta.


Sensores biológicas con limitaciones
 

En la retina, encontramos dos tipos principales de fotorreceptores: los conos y los bastones. Los conos, concentrados en la mácula, son responsables de la visión en color y de la agudeza visual. Gracias a ellos, podemos disfrutar de los vibrantes colores de un atardecer o leer estas líneas. Sin embargo, los conos requieren una cantidad significativa de luz para activarse.

Por otro lado, los bastones son mucho más sensibles a la luz tenue. Aunque no nos proporcionan información sobre el color, nos permiten detectar objetos poco iluminados. Es gracias a los bastones que podemos orientarnos en una habitación oscura.

Delante de estos fotorreceptores se encuentra la pupila, que regula la cantidad de luz que ingresa al ojo. Cuando pasamos de un ambiente luminoso a uno oscuro, la pupila se dilata gradualmente para permitir el paso de más luz. Este proceso puede tardar hasta 20 minutos en completarse. Por eso, es fundamental adaptar nuestros ojos a la oscuridad antes de observar el cielo nocturno.

Optimizar nuestra visión en condiciones de baja luminosidad
  • Durante al menos 30 minutos antes de observar, es recomendable evitar exponer nuestros ojos a fuentes de luz intensa como pantallas o faros.
  • La luz roja afecta menos a la dilatación de la pupila y nos permite movernos en la oscuridad sin perder la adaptación.
  • Los objetos celestes débiles se perciben mejor si no los miramos directamente, sino de forma indirecta.
Al seguir estas sencillas pautas, podemos aprovechar al máximo las capacidades de nuestros ojos y disfrutar de la belleza del cielo nocturno.


La Visión indirecta o periférica

La visión periférica, aquella que utilizamos al mirar de reojo, es una técnica invaluable. Al alejar nuestra mirada del objeto celeste y enfocarnos en un punto cercano, estamos aprovechando al máximo la sensibilidad de los bastones, células de la retina especializadas en la detección de luz tenue.

Si bien la fóvea, la parte central de la retina, nos brinda una visión detallada y colorida gracias a los conos, es en la periferia donde encontramos una mayor concentración de bastones, haciéndola ideal para observar objetos celestes débiles. Al desviar nuestra mirada, permitimos que la luz de estos objetos incida directamente sobre los bastones, maximizando así nuestra capacidad de detección.

Muchos astrónomos experimentados aseguran que, con práctica, es posible desarrollar un gran control sobre la visión periférica y obtener detalles sorprendentes de objetos celestes que serían invisibles de otra manera. De hecho, algunos astrónomos aficionados han logrado crear dibujos astronómicos detallados basándose únicamente en la información proporcionada por la visión periférica.

¿Cómo mejorar nuestra visión periférica?

Es posible adquirir esta habilidad mediante la práctica regular. Es posible enseñarle al cerebro a observar mediante visión periférica. Todo radica en el tiempo que le damos a observar el cielo nocturno de esa forma y experimentar con diferentes objetos celestes. 

Antes de observar, asegúrate de estar completamente adaptado a la oscuridad. Evita fuentes de luz brillante durante al menos 30 minutos.

La tensión muscular del cuerpo, también afecta a la observación 

A veces hay personas que no pueden creer que un calambre, una mala postura, o alguna lesión muscular pueda afectar nuestra visión periférica. No basta con adaptar los ojos, también hay que estar cómodos en lo posible, evitando encorvarse demasiado (si usamos telescopios).
Si usamos binoculares mucho tiempo, es muy bueno usar reposeras para delegar la tensión de la espalda hombro y brazos a la reposera en si. De esa forma tendremos una mejor experiencia visual del cielo.

Beneficios de la visión periférica en la astronomía

Los bastones son mucho más sensibles a la luz tenue que los conos, lo que nos permite detectar objetos más débiles. Al utilizar la visión periférica, podemos abarcar un área más amplia del cielo y detectar objetos que podrían pasar desapercibidos con una mirada directa. Por otro lado, observar con la visión periférica suele ser una experiencia más relajante y placentera.
En resumen, la verdadera observación astronómica es una herramienta poderosa que todo astrónomo aficionado debería explorar. Con práctica y paciencia, se podrán descubrir más sutilidades, detalles y matices que antes eran invisibles.


Representación aproximada de la gran diferencia entre una fotografía, y la observación visual, la cual se aproxima aún más a la realidad si ve la segunda foto de "reojo"


El color es una experiencia sensorial que se produce cuando la luz, compuesta por ondas electromagnéticas de diferentes longitudes, interactúa con nuestros ojos. Cada color corresponde a una longitud de onda específica. Por ejemplo, la luz roja tiene una longitud de onda más larga que la luz azul.

Nuestro ojo humano está diseñado para detectar una porción limitada de este espectro electromagnético, que llamamos espectro visible. Dentro de este espectro, encontramos todos los colores que podemos percibir, desde el rojo intenso hasta el violeta. La diversidad de colores que vemos a nuestro alrededor se debe a la forma en que los objetos absorben y reflejan las diferentes longitudes de onda de la luz.


La Subjetividad del Color: ¿Rojo o Bordó?

La percepción del color es un fenómeno altamente subjetivo. Nuestros ojos, aunque son órganos sensoriales extraordinarios, no son instrumentos de medición precisos. Cada persona experimenta sutilezas en la percepción de los colores, influenciada por factores genéticos, fisiológicos y culturales.

Un ejemplo claro de esta subjetividad es la dificultad que algunas personas tienen para distinguir entre el rojo y el bordó. Esta variabilidad en la percepción del color se debe en parte al daltonismo, un trastorno genético que afecta principalmente a los hombres y que dificulta la discriminación entre ciertos colores, especialmente los rojos y los verdes.

Incluso en personas con una visión normal, la percepción del color puede sutilmente ser un factor variante. Algunas personas son más sensibles a ciertos tonos que otros. Esta variabilidad individual se debe a diferencias en la composición de los pigmentos en nuestros conos, las células de la retina responsables de la visión en color.

La subjetividad en la percepción del color en la astronomía

Las cámaras astronómicas, a pesar de su alta tecnología, no están exentas de esta variabilidad. Diferentes modelos de cámaras capturan los colores de manera distinta, debido a las características de sus sensores y a los filtros utilizados. Algunas cámaras enfatizan los tonos rojos, mientras que otras son más sensibles al azul.

Esta diversidad en la respuesta de las cámaras a los diferentes colores puede generar cierta confusión a la hora de comparar imágenes tomadas con diferentes equipos. Sin embargo, esta variabilidad también ofrece oportunidades para resaltar diferentes aspectos de los objetos celestes.


La importancia de la ciencia ciudadana

El universo nos regala imágenes espectaculares que despiertan nuestra imaginación. Sin embargo, detrás de esas postales cósmicas se esconde un mundo de observaciones precisas y meticulosas. Mientras algunos aficionados se deleitan con la belleza visual del cielo nocturno, otros se dedican a una labor más discreta pero no menos importante: la recolección de datos científicos.

Estos astrónomos aficionados, a menudo menos conocidos, realizan observaciones sistemáticas de objetos celestes específicos. Ya sea midiendo la disminución de brillo de una estrella variable, buscando nuevos cometas o registrando los tiempos de ocultación de una estrella por la Luna, su trabajo es fundamental para avanzar en nuestro conocimiento del cosmos.

Sus imágenes, a menudo en blanco y negro o con un procesamiento mínimo, pueden parecer menos llamativas que las fotografías astronómicas de gran formato. Sin embargo, estas imágenes contienen una riqueza de información científica que puede ser utilizada por los astrónomos profesionales para realizar estudios detallados y comprender mejor los fenómenos celestes.

La importancia de los datos

La imagen que acompaña este texto muestra un ejemplo de cómo las observaciones de astrónomos aficionados pueden contribuir a la investigación científica. En este caso, se presenta una serie de imágenes de la estrella variable RS Oph, obtenidas durante el año 2021 por Esteban J. Andrada (Trapecio Austral). Estos datos fueron enviados a la AAVSO y se utilizaron para estudiar el comportamiento de esta estrella y comprender mejor los procesos físicos que ocurren en su interior.

En conclusión, la astronomía no es solo una afición para disfrutar de la belleza del cielo nocturno. Es también una ciencia ciudadana que requiere de la colaboración de astrónomos aficionados y profesionales para avanzar en nuestro conocimiento del universo.